No puedo hacer nada por detenerle. Carezco de cualquier autocontrol, no poseo la fuerza que todos creen que conservo.
Quiero ir contra la corriente, provocar un accidente. Quiero poner el punto final sin acabar el relato, que todo suceda porque sí. Quiero ser como el resto y decir: ¡Me importa una mierda! Y a la vuelta de la esquina hallar a otro ser que me acompañe en mi travesía.
No. No tengo esquinas. Las calles por las que transito siquieran poseen final. Están oscuras, frías pero huelen bien. Me hacen sentir en casa. Su hielo me brinda una ligera tibieza, su silencio un bullicio interminable que agota a mi ser. Su oscuridad no es más que la luz que anhela mi alma. La paz. El sosiego.
Entonces, dime: ¿A dónde ir en tales circunstancias? ¿Qué creer? ¿Qué hacer?
No confío en el tiempo, no confío en el Destino. Siquiera confío en fuerzas divinas, en el karma, en Dios, en tú o en mí. Sólo en mi corazón, en lo que intenta gritar latido a latido. En lo que calla, en lo que murmura. Él lo determina todo, jamás miente.
Ahora, él dice: Todo es inútil.
El amor es una paradoja. La viva muerte manipulada por el Hado. ¡Maldito! ¿Por qué hiere y satisface al mismo tiempo?
O9/O4/2O11